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António Guterres ha sido investido hoy como
próximo Secretario General de las Naciones Unidas en una sencilla ceremonia en
la que, tal y como marca el protocolo, juró su cargo y ofreció un breve
discurso en el que marcó las que serán las grandes líneas de su labor a partir
del 1 de enero.
Para António Guterres las tres prioridades estratégicas que deben guiar el cambio de las comunidad internacional y de
las Naciones Unidas son:
la labor en pro de la paz;
el apoyo al desarrollo sostenible;
y la gestión interna de la Organización.
Respecto a la paz indicó que la «deficiencia
más grave» de toda la comunidad internacional es la «incapacidad de prevenir
las crisis», por lo que dijo que esta tarea ha de guiar el futuro de las
Naciones Unidas.
La prevención nos exige ir a las causas
profundas y abordarlas en los tres pilares de las Naciones Unidas: la paz y la
seguridad, el desarrollo sostenible y los derechos humanos. Debe ser la
prioridad en todo lo que hagamos.
La prevención nos exige prestar un mejor
apoyo a los países para que puedan fortalecer sus instituciones y reforzar la
resiliencia de sus sociedades.
También supone recuperar los derechos humanos
como valor que debe primar en sí mismo, no para perseguir un fin político.
Todas las personas, incluidas las minorías de todo tipo, deben gozar de toda la
variedad de derechos humanos —civiles, políticos, económicos, sociales y
culturales— sin discriminación.
Dentro de toda esa labor, se encuentran las
mujeres y los jóvenes. Con las primeras, Antonio Guterres se comprometió a
conseguir la paridad dentro del sistema de las Naciones Unidas.
Por su interés, reproducimos aquí el
discurso integro que Antonio Guterrez ha pronunciado hoy ante la Asamblea
General:
"Señor Presidente,
Señor Secretario General,
Excelencias,
Señoras y señores:
Muchas gracias por las amables palabras que
me han dirigido. Me siento profundamente honrado por la confianza que los
Estados Miembros han depositado en mí, y tengo la determinación de guiarme por
los propósitos y principios de la Carta.
En primer lugar, desearía rendir homenaje al
Secretario General Ban Ki-moon.
Señor Secretario General:
Su recto liderazgo ha ayudado a trazar el
futuro de las Naciones Unidas: mediante la Agenda 2030 para el Desarrollo
Sostenible; mediante su compromiso con la paz y la seguridad, y mediante su
iniciativa de hacer de los derechos humanos el núcleo de nuestra labor.
Dirigido por usted, el mundo se comprometió a
aplicar el histórico Acuerdo de París sobre el cambio climático, y lo ratificó
en tiempo récord. Tengo la firme convicción de que ese impulso no se podrá
detener.
Señor Presidente:
Hace 21 años, cuando presté juramento para
asumir el cargo de Primer Ministro de Portugal, una ola de optimismo recorría
el mundo. La Guerra Fría había terminado; algunos observaron que ese
acontecimiento marcaba el fin de la historia. Creían que viviríamos en un mundo
pacífico y estable, con crecimiento económico y prosperidad para todos.
Sin embargo, el fin de la Guerra Fría no fue
el fin de la historia. Por el contrario, la historia simplemente se congeló en
algunos lugares. Descongelado el viejo orden, la historia recuperó el calor, y
con creces.
Así volvieron a salir a la superficie
contradicciones y tensiones ocultas. Proliferaron nuevas guerras, y se
reavivaron guerras antiguas. Paulatinamente, la falta de claridad en las
relaciones de poder fomentó la imprevisibilidad y la impunidad.
Los conflictos se han vuelto más complejos e
interrelacionados que nunca. Producen horribles violaciones del derecho
internacional humanitario y abusos de los derechos humanos. El número de
personas que se han visto obligadas a huir de sus hogares ha aumentado a una
escala que no se había registrado en decenios. Y ha surgido una nueva amenaza:
el terrorismo mundial.
Las megatendencias del cambio climático, el
crecimiento demográfico, la rápida urbanización, la inseguridad alimentaria y
la escasez de agua, entre otras, han hecho aumentar la competencia por los
recursos y han agravado la tensión y la inestabilidad.
Señor Presidente:
Al mismo tiempo, en los últimos 20 años se
han registrado extraordinarios progresos tecnológicos. La economía mundial ha
crecido; los indicadores sociales básicos han mejorado. La proporción de
personas que viven en la pobreza absoluta ha disminuido enormemente.
Sin embargo, la globalización y los avances
tecnológicos también han contribuido a causar desigualdades cada vez mayores.
Muchas personas han sido dejadas atrás, incluso en países desarrollados donde
millones de antiguos empleos han desaparecido, mientras que los nuevos empleos
están fuera del alcance de muchos. El desempleo juvenil se ha disparado. Y la
globalización también ha ampliado el alcance de la delincuencia organizada y de
la trata.
Todos estos hechos han profundizado la brecha
entre las personas y las clases políticas. En algunos países, hemos observado
que hay cada vez más inestabilidad, malestar social, incluso violencia y
conflicto.
Actualmente, los votantes tienden a rechazar
el statu quo, así como cualquier propuesta que el Gobierno someta a un
referendo. Muchos han perdido la confianza no solo en sus Gobiernos, sino
también en las instituciones mundiales, incluidas las Naciones Unidas.
Señor Presidente:
El miedo hoy impulsa las decisiones de muchas
personas en todo el mundo.
Debemos comprender sus ansiedades y
satisfacer sus necesidades, sin perder de vista nuestros valores universales.
Ha llegado la hora de reconstruir las
relaciones entre las personas y los dirigentes, tanto nacionales como
internacionales. Es hora de que los dirigentes escuchen, y demuestren que su
propio pueblo, y la estabilidad mundial de la que todos dependemos, les
importan.
Y es hora de que las Naciones Unidas hagan lo
mismo: reconocer sus deficiencias y reformar su funcionamiento. Esta
Organización es la piedra angular del multilateralismo, y ha contribuido a forjar
decenios de relativa paz. Sin embargo, los desafíos están superando nuestra
capacidad de respuesta. Las Naciones Unidas deben estar preparadas para
cambiar.
Nuestra deficiencia más grave, y me refiero
aquí a toda la comunidad internacional, es nuestra incapacidad de prevenir las
crisis.
Las Naciones Unidas nacieron de la guerra.
Hoy debemos cuidar la paz.
Señor Presidente:
La prevención nos exige ir a las causas
profundas y abordarlas en los tres pilares de las Naciones Unidas: la paz y la
seguridad, el desarrollo sostenible y los derechos humanos. Debe ser la
prioridad en todo lo que hagamos.
La prevención nos exige prestar un mejor
apoyo a los países para que puedan fortalecer sus instituciones y reforzar la
resiliencia de sus sociedades.
También supone recuperar los derechos humanos
como valor que debe primar en sí mismo, no para perseguir un fin político.
Todas las personas, incluidas las minorías de todo tipo, deben gozar de toda la
variedad de derechos humanos —civiles, políticos, económicos, sociales y
culturales— sin discriminación.
La protección y el empoderamiento de las
mujeres y las niñas son primordiales. La igualdad entre los géneros es
fundamental para el desarrollo, y cada vez hay más pruebas de su papel decisivo
en la consolidación y el mantenimiento de la paz.
La prevención no es un concepto novedoso: es
lo que los fundadores de las Naciones Unidas nos pidieron que hiciéramos. Es la
mejor manera de salvar vidas y reducir el sufrimiento humano.
Cuando la prevención falla, tenemos que hacer
más para resolver los conflictos.
Desde las agudas crisis de Siria, el Yemen,
Sudán del Sur y otras partes del mundo, hasta las controversias de larga data,
como el conflicto israelo-palestino, necesitamos mediación, arbitraje y una
diplomacia creativa.
En el marco de mis buenos oficios, estoy
dispuesto a participar personalmente en la solución de conflictos cuando ello
aporte un valor añadido, reconociendo que los Estados Miembros tienen el papel
principal.
Señor Presidente:
La magnitud de los desafíos que enfrentamos
exige que trabajemos juntos en un
proceso de reforma profunda y continua de las Naciones Unidas. Quisiera
destacar tres prioridades estratégicas para el cambio: nuestra labor en pro de
la paz; nuestro apoyo al desarrollo sostenible; y nuestra gestión interna.
Las mujeres y los hombres que trabajan en las
operaciones de paz de las Naciones Unidas están haciendo una heroica
contribución, poniendo sus vidas en riesgo. Pero muchas veces tienen la tarea
de mantener la paz donde no hay paz que mantener. Una mayor claridad conceptual
y un entendimiento común del alcance del mantenimiento de la paz deben
facilitar la introducción de urgentes reformas.
Debemos crear un proceso continuo de paz,
desde la prevención y la solución de conflictos, hasta el mantenimiento de la
paz, la consolidación de la paz y el desarrollo. Nuestros fundamentos serán las
conclusiones de los tres informes más recientes, y las resoluciones paralelas
de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad. Ha llegado el momento de que todos,
inspirados por el nuevo concepto de sostenimiento de la paz, nos embarquemos en
una reforma integral de la estrategia de las Naciones Unidas, su configuración
operacional y sus estructuras para la paz y la seguridad.
Esta reforma debe incluir también un examen
de la labor que realizamos contra el terrorismo, y un mecanismo de coordinación
más adecuado entre las 38 entidades de las Naciones Unidas dedicadas a esa
labor.
Señor Presidente:
El sistema de las Naciones Unidas no ha hecho
aún lo suficiente para prevenir la violencia y explotación sexuales y
reaccionar ante los atroces crímenes de esa índole cometidos bajo la bandera de
las Naciones Unidas contra aquellos que se espera que protejamos.
Trabajaré en estrecha colaboración con los
Estados Miembros para establecer medidas estructurales, jurídicas y
operacionales con el fin de hacer realidad la política de tolerancia cero.
Debemos asegurar la transparencia y la rendición de cuentas, y ofrecer
protección y vías de recurso efectivas a las víctimas.
Señor Presidente:
El segundo elemento fundamental del programa
de reforma se refiere al apoyo de las Naciones Unidas a los Estados Miembros en
la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, una expresión de
solidaridad mundial, con su promesa de no dejar a nadie atrás.
Para lograrlo, volveremos a colocar el
desarrollo en el centro de nuestra labor, e iniciaremos una reforma integral
del sistema de las Naciones Unidas para el desarrollo, en las sedes y en los
países. En todo esto tendrá que haber liderazgo, coordinación, resultados y
rendición de cuentas. Nos basaremos en las conclusiones de las deliberaciones
que están celebrando los Estados Miembros.
También debemos integrar mejor los ámbitos
humanitario y de desarrollo desde el comienzo mismo de una crisis, con el fin
de apoyar a las comunidades afectadas, hacer frente a las consecuencias
económicas y estructurales, y ayudar a evitar una nueva espiral de fragilidad e
inestabilidad. La respuesta humanitaria, el desarrollo sostenible y el sostenimiento
de la paz son tres lados del mismo triángulo.
Este enfoque está relacionado con la “Nueva
Forma de Trabajar” acordada en la Cumbre Humanitaria Mundial. Para lograrla,
necesitamos más rendición de cuentas en
cada uno de los organismos que desempeñan su mandato, en su contribución a la
labor del sistema de las Naciones Unidas, y en el sistema en su conjunto. Una
cultura sólida de rendición de cuentas también exige mecanismos de evaluación
eficaces e independientes.
Señor Presidente:
La tercera esfera fundamental es la reforma
de la gestión. Nos basaremos en la labor ya en marcha y llevaremos a término
las iniciativas recientes. Sin embargo, viendo la reglamentación presupuestaria
y de personal de las Naciones Unidas, cabría pensar que algunas de las disposiciones
fueron concebidas para impedir, en lugar de facilitar, el cumplimiento eficaz
de nuestros mandatos.
Debemos alcanzar el consenso en torno a la
simplificación, la descentralización y la flexibilidad. No beneficia a nadie
que se tarde nueve meses en enviar a un funcionario a un destino sobre el
terreno.
Las Naciones Unidas tienen que ser ágiles,
eficientes y eficaces. Deben centrarse más en los resultados y menos en el
proceso; más en las personas y menos en la burocracia.
Toda cultura de rendición de cuentas exige
una gestión sólida de la actuación profesional y la protección efectiva de
quienes denuncien irregularidades.
Y no basta con hacerlo mejor. Debemos ser
capaces de comunicar más eficazmente lo que hacemos, en formas que todo el
mundo comprenda. Hace falta reformar sustancialmente nuestra estrategia de
comunicaciones, mejorando nuestros instrumentos y plataformas para llegar a las
personas de todo el mundo.
Por último, la reforma de la gestión debe
asegurar que alcancemos la paridad entre los géneros cuanto antes. El objetivo
inicial era que para el año 2000 se hubiera alcanzado la igualdad en la
representación de mujeres y hombres en el personal de las Naciones Unidas.
Dieciséis años después, estamos lejos de ese objetivo.
Me comprometo a respetar la paridad entre los
géneros desde el principio en todos mis nombramientos para constituir el Grupo
Superior de Gestión y la Junta de los Jefes Ejecutivos. Al final de mi mandato,
deberíamos haber alcanzado la plena paridad entre los géneros en las categorías
de Secretario General Adjunto y Subsecretario General, incluidos los
Representantes Especiales y los Enviados Especiales.
Necesitamos una hoja de ruta clara con puntos
de referencia a fin de alcanzar la paridad en todo el sistema, mucho antes de
2030.
Por último, toda inversión en unas Naciones
Unidas más fuertes debe tener en cuenta a su personal. Estoy deseoso de volver
a trabajar junto a más de 85.000 hombres y mujeres para ejecutar nuestro
mandato en 180 países de todo el mundo. Muchos de esos hombres y mujeres
ejercen sus funciones en circunstancias difíciles y a veces peligrosas. Su
profesionalidad, pericia y dedicación hacen de ellos el recurso más
importante de las Naciones Unidas, un
recurso que hay que cuidar, desarrollar y utilizar eficazmente, y cuya voz debe
ser escuchada.
Señor Presidente:
Vivimos en un mundo complejo. Las Naciones
Unidas no podrán cumplir su misión por sí solas. Las alianzas deben constituir
el núcleo de nuestra estrategia. Deberíamos tener la humildad de reconocer el
papel fundamental de otros agentes, manteniendo al mismo tiempo la plena
conciencia de nuestro singular poder de convocatoria.
Nuestra labor humanitaria y de desarrollo
sería insignificante sin la cooperación activa de los Estados Miembros y la
contribución de la sociedad civil, las instituciones financieras
internacionales, los inversores privados y los mercados financieros. Varias
actividades de mediación y operaciones de paz no serían posibles sin la
participación de las organizaciones regionales, particularmente la Unión
Africana.
Recientemente hemos puesto en marcha
diferentes iniciativas importantes junto con nuestros socios. Nos corresponde
ahora llevarlas a buen término antes de iniciar otras nuevas.
En nuestra estrategia, sin embargo, hay un
vacío: la labor con los jóvenes. Durante demasiado tiempo, los jóvenes se han
visto excluidos de la toma de decisiones que afectan a su futuro.
Debemos aprovechar la labor realizada con el
apoyo de los Estados Miembros, el Enviado para la Juventud y la sociedad civil.
Pero esta no puede ser una iniciativa donde los ancianos sean quienes hablen de
las nuevas generaciones. Las Naciones Unidas deben empoderar a los jóvenes y
aumentar su participación en la sociedad y su acceso a la educación, la
formación y el empleo.
Señor Presidente:
Hoy se da la paradoja de que, a pesar de
haber mayor conectividad, está aumentando la fragmentación de las sociedades.
Cada vez son más las personas que viven en su propia burbuja, que son incapaces
de percibir sus vínculos con toda la familia humana.
Al final, todo se reduce a valores. Queremos
que el mundo que hereden nuestros hijos venga definido por los valores
consagrados en la Carta de las Naciones Unidas: la paz, la justicia, el
respeto, los derechos humanos, la tolerancia y la solidaridad. Todas las
grandes religiones los abrazan, y nos esforzamos por reflejarlos en nuestra
vida cotidiana.
Con suma frecuencia, las amenazas a esos
valores se basan en el miedo. Nuestro deber para con los pueblos a los que
servimos es trabajar juntos a fin de sustituir el temor a los demás por la
confianza en los demás. Confianza en los valores que nos unen y en las
instituciones que nos sirven y protegen.
Con mi contribución a las Naciones Unidas me
propongo inspirar esa confianza, y pondré todo de mi parte al servicio de nuestra humanidad común.
Gracias".
António Guterres, nuevo Secretario General de las Naciones Unidas.
Nueva York, 12 de diciembre de 2016
Un.org. 12/12/16