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1495. António Guterres, nuevo secretario general de las Naciones Unidas

Foto: ONU
António Guterres ha sido investido hoy como próximo Secretario General de las Naciones Unidas en una sencilla ceremonia en la que, tal y como marca el protocolo, juró su cargo y ofreció un breve discurso en el que marcó las que serán las grandes líneas de su labor a partir del 1 de enero.
Para António Guterres las tres prioridades estratégicas que deben guiar el cambio de las comunidad internacional y de las Naciones Unidas son:
la labor en pro de la paz;
el apoyo al desarrollo sostenible;
y la gestión interna de la Organización.
Respecto a la paz indicó que la «deficiencia más grave» de toda la comunidad internacional es la «incapacidad de prevenir las crisis», por lo que dijo que esta tarea ha de guiar el futuro de las Naciones Unidas.
La prevención nos exige ir a las causas profundas y abordarlas en los tres pilares de las Naciones Unidas: la paz y la seguridad, el desarrollo sostenible y los derechos humanos. Debe ser la prioridad en todo lo que hagamos.
La prevención nos exige prestar un mejor apoyo a los países para que puedan fortalecer sus instituciones y reforzar la resiliencia de sus sociedades.
También supone recuperar los derechos humanos como valor que debe primar en sí mismo, no para perseguir un fin político. Todas las personas, incluidas las minorías de todo tipo, deben gozar de toda la variedad de derechos humanos —civiles, políticos, económicos, sociales y culturales— sin discriminación.
Dentro de toda esa labor, se encuentran las mujeres y los jóvenes. Con las primeras, Antonio Guterres se comprometió a conseguir la paridad dentro del sistema de las Naciones Unidas.
Por su interés, reproducimos aquí el discurso integro que Antonio Guterrez ha pronunciado hoy ante la Asamblea General:
"Señor Presidente,
Señor Secretario General,
Excelencias,
Señoras y señores:
Muchas gracias por las amables palabras que me han dirigido. Me siento profundamente honrado por la confianza que los Estados Miembros han depositado en mí, y tengo la determinación de guiarme por los propósitos y principios de la Carta.
En primer lugar, desearía rendir homenaje al Secretario General Ban Ki-moon.
Señor Secretario General:
Su recto liderazgo ha ayudado a trazar el futuro de las Naciones Unidas: mediante la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible; mediante su compromiso con la paz y la seguridad, y mediante su iniciativa de hacer de los derechos humanos el núcleo de nuestra labor.
Dirigido por usted, el mundo se comprometió a aplicar el histórico Acuerdo de París sobre el cambio climático, y lo ratificó en tiempo récord. Tengo la firme convicción de que ese impulso no se podrá detener.
Señor Presidente:
Hace 21 años, cuando presté juramento para asumir el cargo de Primer Ministro de Portugal, una ola de optimismo recorría el mundo. La Guerra Fría había terminado; algunos observaron que ese acontecimiento marcaba el fin de la historia. Creían que viviríamos en un mundo pacífico y estable, con crecimiento económico y prosperidad para todos.
Sin embargo, el fin de la Guerra Fría no fue el fin de la historia. Por el contrario, la historia simplemente se congeló en algunos lugares. Descongelado el viejo orden, la historia recuperó el calor, y con creces.
Así volvieron a salir a la superficie contradicciones y tensiones ocultas. Proliferaron nuevas guerras, y se reavivaron guerras antiguas. Paulatinamente, la falta de claridad en las relaciones de poder fomentó la imprevisibilidad y la impunidad.
Los conflictos se han vuelto más complejos e interrelacionados que nunca. Producen horribles violaciones del derecho internacional humanitario y abusos de los derechos humanos. El número de personas que se han visto obligadas a huir de sus hogares ha aumentado a una escala que no se había registrado en decenios. Y ha surgido una nueva amenaza: el terrorismo mundial.
Las megatendencias del cambio climático, el crecimiento demográfico, la rápida urbanización, la inseguridad alimentaria y la escasez de agua, entre otras, han hecho aumentar la competencia por los recursos y han agravado la tensión y la inestabilidad.
Señor Presidente:
Al mismo tiempo, en los últimos 20 años se han registrado extraordinarios progresos tecnológicos. La economía mundial ha crecido; los indicadores sociales básicos han mejorado. La proporción de personas que viven en la pobreza absoluta ha disminuido enormemente.
Sin embargo, la globalización y los avances tecnológicos también han contribuido a causar desigualdades cada vez mayores. Muchas personas han sido dejadas atrás, incluso en países desarrollados donde millones de antiguos empleos han desaparecido, mientras que los nuevos empleos están fuera del alcance de muchos. El desempleo juvenil se ha disparado. Y la globalización también ha ampliado el alcance de la delincuencia organizada y de la trata.
Todos estos hechos han profundizado la brecha entre las personas y las clases políticas. En algunos países, hemos observado que hay cada vez más inestabilidad, malestar social, incluso violencia y conflicto.
Actualmente, los votantes tienden a rechazar el statu quo, así como cualquier propuesta que el Gobierno someta a un referendo. Muchos han perdido la confianza no solo en sus Gobiernos, sino también en las instituciones mundiales, incluidas las Naciones Unidas.
Señor Presidente:
El miedo hoy impulsa las decisiones de muchas personas en todo el mundo.
Debemos comprender sus ansiedades y satisfacer sus necesidades, sin perder de vista nuestros valores universales.
Ha llegado la hora de reconstruir las relaciones entre las personas y los dirigentes, tanto nacionales como internacionales. Es hora de que los dirigentes escuchen, y demuestren que su propio pueblo, y la estabilidad mundial de la que todos dependemos, les importan.
Y es hora de que las Naciones Unidas hagan lo mismo: reconocer sus deficiencias y reformar su funcionamiento. Esta Organización es la piedra angular del multilateralismo, y ha contribuido a forjar decenios de relativa paz. Sin embargo, los desafíos están superando nuestra capacidad de respuesta. Las Naciones Unidas deben estar preparadas para cambiar.
Nuestra deficiencia más grave, y me refiero aquí a toda la comunidad internacional, es nuestra incapacidad de prevenir las crisis.
Las Naciones Unidas nacieron de la guerra. Hoy debemos cuidar la paz.
Señor Presidente:
La prevención nos exige ir a las causas profundas y abordarlas en los tres pilares de las Naciones Unidas: la paz y la seguridad, el desarrollo sostenible y los derechos humanos. Debe ser la prioridad en todo lo que hagamos.
La prevención nos exige prestar un mejor apoyo a los países para que puedan fortalecer sus instituciones y reforzar la resiliencia de sus sociedades.
También supone recuperar los derechos humanos como valor que debe primar en sí mismo, no para perseguir un fin político. Todas las personas, incluidas las minorías de todo tipo, deben gozar de toda la variedad de derechos humanos —civiles, políticos, económicos, sociales y culturales— sin discriminación.
La protección y el empoderamiento de las mujeres y las niñas son primordiales. La igualdad entre los géneros es fundamental para el desarrollo, y cada vez hay más pruebas de su papel decisivo en la consolidación y el mantenimiento de la paz.
La prevención no es un concepto novedoso: es lo que los fundadores de las Naciones Unidas nos pidieron que hiciéramos. Es la mejor manera de salvar vidas y reducir el sufrimiento humano.
Cuando la prevención falla, tenemos que hacer más para resolver los conflictos.
Desde las agudas crisis de Siria, el Yemen, Sudán del Sur y otras partes del mundo, hasta las controversias de larga data, como el conflicto israelo-palestino, necesitamos mediación, arbitraje y una diplomacia creativa.
En el marco de mis buenos oficios, estoy dispuesto a participar personalmente en la solución de conflictos cuando ello aporte un valor añadido, reconociendo que los Estados Miembros tienen el papel principal.
Señor Presidente:
La magnitud de los desafíos que enfrentamos exige que trabajemos juntos en un  proceso de reforma profunda y continua de las Naciones Unidas. Quisiera destacar tres prioridades estratégicas para el cambio: nuestra labor en pro de la paz; nuestro apoyo al desarrollo sostenible; y nuestra gestión interna.
Las mujeres y los hombres que trabajan en las operaciones de paz de las Naciones Unidas están haciendo una heroica contribución, poniendo sus vidas en riesgo. Pero muchas veces tienen la tarea de mantener la paz donde no hay paz que mantener. Una mayor claridad conceptual y un entendimiento común del alcance del mantenimiento de la paz deben facilitar la introducción de urgentes reformas.
Debemos crear un proceso continuo de paz, desde la prevención y la solución de conflictos, hasta el mantenimiento de la paz, la consolidación de la paz y el desarrollo. Nuestros fundamentos serán las conclusiones de los tres informes más recientes, y las resoluciones paralelas de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad.  Ha llegado el momento de que todos, inspirados por el nuevo concepto de sostenimiento de la paz, nos embarquemos en una reforma integral de la estrategia de las Naciones Unidas, su configuración operacional y sus estructuras para la paz y la seguridad.
Esta reforma debe incluir también un examen de la labor que realizamos contra el terrorismo, y un mecanismo de coordinación más adecuado entre las 38 entidades de las Naciones Unidas dedicadas a esa labor.
Señor Presidente:
El sistema de las Naciones Unidas no ha hecho aún lo suficiente para prevenir la violencia y explotación sexuales y reaccionar ante los atroces crímenes de esa índole cometidos bajo la bandera de las Naciones Unidas contra aquellos que se espera que protejamos.
Trabajaré en estrecha colaboración con los Estados Miembros para establecer medidas estructurales, jurídicas y operacionales con el fin de hacer realidad la política de tolerancia cero. Debemos asegurar la transparencia y la rendición de cuentas, y ofrecer protección y vías de recurso efectivas a las víctimas.
Señor Presidente:
El segundo elemento fundamental del programa de reforma se refiere al apoyo de las Naciones Unidas a los Estados Miembros en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, una expresión de solidaridad mundial, con su promesa de no dejar a nadie atrás.
Para lograrlo, volveremos a colocar el desarrollo en el centro de nuestra labor, e iniciaremos una reforma integral del sistema de las Naciones Unidas para el desarrollo, en las sedes y en los países. En todo esto tendrá que haber liderazgo, coordinación, resultados y rendición de cuentas. Nos basaremos en las conclusiones de las deliberaciones que están celebrando los Estados Miembros.
También debemos integrar mejor los ámbitos humanitario y de desarrollo desde el comienzo mismo de una crisis, con el fin de apoyar a las comunidades afectadas, hacer frente a las consecuencias económicas y estructurales, y ayudar a evitar una nueva espiral de fragilidad e inestabilidad. La respuesta humanitaria, el desarrollo sostenible y el sostenimiento de la paz son tres lados del mismo triángulo.
Este enfoque está relacionado con la “Nueva Forma de Trabajar” acordada en la Cumbre Humanitaria Mundial. Para lograrla, necesitamos más rendición de cuentas  en cada uno de los organismos que desempeñan su mandato, en su contribución a la labor del sistema de las Naciones Unidas, y en el sistema en su conjunto. Una cultura sólida de rendición de cuentas también exige mecanismos de evaluación eficaces e independientes.
Señor Presidente:
La tercera esfera fundamental es la reforma de la gestión. Nos basaremos en la labor ya en marcha y llevaremos a término las iniciativas recientes. Sin embargo, viendo la reglamentación presupuestaria y de personal de las Naciones Unidas, cabría pensar que algunas de las disposiciones fueron concebidas para impedir, en lugar de facilitar, el cumplimiento eficaz de nuestros mandatos.
Debemos alcanzar el consenso en torno a la simplificación, la descentralización y la flexibilidad. No beneficia a nadie que se tarde nueve meses en enviar a un funcionario a un destino sobre el terreno.
Las Naciones Unidas tienen que ser ágiles, eficientes y eficaces. Deben centrarse más en los resultados y menos en el proceso; más en las personas y menos en la burocracia.
Toda cultura de rendición de cuentas exige una gestión sólida de la actuación profesional y la protección efectiva de quienes denuncien irregularidades.
Y no basta con hacerlo mejor. Debemos ser capaces de comunicar más eficazmente lo que hacemos, en formas que todo el mundo comprenda. Hace falta reformar sustancialmente nuestra estrategia de comunicaciones, mejorando nuestros instrumentos y plataformas para llegar a las personas de todo el mundo.
Por último, la reforma de la gestión debe asegurar que alcancemos la paridad entre los géneros cuanto antes. El objetivo inicial era que para el año 2000 se hubiera alcanzado la igualdad en la representación de mujeres y hombres en el personal de las Naciones Unidas. Dieciséis años después, estamos lejos de ese objetivo.
Me comprometo a respetar la paridad entre los géneros desde el principio en todos mis nombramientos para constituir el Grupo Superior de Gestión y la Junta de los Jefes Ejecutivos. Al final de mi mandato, deberíamos haber alcanzado la plena paridad entre los géneros en las categorías de Secretario General Adjunto y Subsecretario General, incluidos los Representantes Especiales y los Enviados Especiales.
Necesitamos una hoja de ruta clara con puntos de referencia a fin de alcanzar la paridad en todo el sistema, mucho antes de 2030.
Por último, toda inversión en unas Naciones Unidas más fuertes debe tener en cuenta a su personal. Estoy deseoso de volver a trabajar junto a más de 85.000 hombres y mujeres para ejecutar nuestro mandato en 180 países de todo el mundo. Muchos de esos hombres y mujeres ejercen sus funciones en circunstancias difíciles y a veces peligrosas. Su profesionalidad, pericia y dedicación hacen de ellos el recurso más importante  de las Naciones Unidas, un recurso que hay que cuidar, desarrollar y utilizar eficazmente, y cuya voz debe ser escuchada.
Señor Presidente:
Vivimos en un mundo complejo. Las Naciones Unidas no podrán cumplir su misión por sí solas. Las alianzas deben constituir el núcleo de nuestra estrategia. Deberíamos tener la humildad de reconocer el papel fundamental de otros agentes, manteniendo al mismo tiempo la plena conciencia de nuestro singular poder de convocatoria.
Nuestra labor humanitaria y de desarrollo sería insignificante sin la cooperación activa de los Estados Miembros y la contribución de la sociedad civil, las instituciones financieras internacionales, los inversores privados y los mercados financieros. Varias actividades de mediación y operaciones de paz no serían posibles sin la participación de las organizaciones regionales, particularmente la Unión Africana.
Recientemente hemos puesto en marcha diferentes iniciativas importantes junto con nuestros socios. Nos corresponde ahora llevarlas a buen término antes de iniciar otras nuevas.
En nuestra estrategia, sin embargo, hay un vacío: la labor con los jóvenes. Durante demasiado tiempo, los jóvenes se han visto excluidos de la toma de decisiones que afectan a su futuro.
Debemos aprovechar la labor realizada con el apoyo de los Estados Miembros, el Enviado para la Juventud y la sociedad civil. Pero esta no puede ser una iniciativa donde los ancianos sean quienes hablen de las nuevas generaciones. Las Naciones Unidas deben empoderar a los jóvenes y aumentar su participación en la sociedad y su acceso a la educación, la formación y el empleo.
Señor Presidente:
Hoy se da la paradoja de que, a pesar de haber mayor conectividad, está aumentando la fragmentación de las sociedades. Cada vez son más las personas que viven en su propia burbuja, que son incapaces de percibir sus vínculos con toda la familia humana.
Al final, todo se reduce a valores. Queremos que el mundo que hereden nuestros hijos venga definido por los valores consagrados en la Carta de las Naciones Unidas: la paz, la justicia, el respeto, los derechos humanos, la tolerancia y la solidaridad. Todas las grandes religiones los abrazan, y nos esforzamos por reflejarlos en nuestra vida cotidiana.
Con suma frecuencia, las amenazas a esos valores se basan en el miedo. Nuestro deber para con los pueblos a los que servimos es trabajar juntos a fin de sustituir el temor a los demás por la confianza en los demás. Confianza en los valores que nos unen y en las instituciones que nos sirven y protegen.
Con mi contribución a las Naciones Unidas me propongo inspirar esa confianza, y pondré todo de mi parte al servicio  de nuestra humanidad común.
Gracias".
António Guterres, nuevo Secretario General de las Naciones Unidas.
Nueva York, 12 de diciembre de 2016
Un.org. 12/12/16

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