En honor a la responsabilidad social, Grupo Bimbo debería
actuar frente a la demanda clara de miles de personas.
Cuando una empresa mexicana de la talla de Bimbo, con
presencia en el 99 por ciento de los hogares de nuestro país, con productos que
han estado en desayunos y comidas familiares y en las loncheras de los niños
desde hace más de 70 años que se fundó, es cuestionada sobre sus prácticas
corporativas que van en contra de los derechos humanos, uno esperaría que la
compañía se tomara en serio el tema para dar una respuesta inmediata y clara.
La realidad no es así. El 20 de junio, el Centro de
Información sobre Empresas y Derechos Humanos le hizo llegar a Grupo Bimbo las
preocupaciones de la sociedad civil sobre sus prácticas corporativas, las
cuales obstaculizan el pleno goce de los derechos humanos de sus consumidores y
las personas que trabajan en los cultivos de los que se abastece para la
elaboración de sus productos.
Una semana después, la respuesta de la panificadora fue
escueta y quedó lejos de responder las demandas concretas de más de 56 mil
consumidores que junto con Greenpeace, le han pedido un plan de transición
hacia la agricultura ecológica con plazos y medidas concretas. Cambiar de
modelo de producción promovería a la vez el respeto a derechos humanos tales
como la salud, al medio ambiente sano, a una alimentación adecuada, a un
trabajo conforme a la dignidad humana y el acceso a la información
Sin embargo, Grupo Bimbo ha retrasado esa decisión y ha
optado por mantener la agricultura industrial como base de su cadena de
abastecimiento, esta forma requiere de un uso excesivo de fertilizantes y
plaguicidas tóxicos relacionados con la aparición de cáncer, afectaciones en
los sistemas endócrino y nervioso, contaminación de suelo y agua, y la
consecuente afectación de la biodiversidad.
El modelo de agricultura industrial es también la causa de
que las condiciones laborales de los agricultores no sean las mejores y estos
se vean obligados a depender de créditos y paquetes tecnológicos con sustancias
altamente peligrosas para seguir trabajando su tierra y satisfacer la demanda
de materia prima que Bimbo utilizará después en su producción.
Este círculo vicioso se mantiene gracias a la falta de
políticas públicas de Gobierno que impulsen otro sistema agrícola, más
ambiental y socialmente justo y también gracias a la participación de grandes
empresas que escudándose en la legislación ineficaz y desactualizada de México,
aceptan y promueven que estas prácticas se mantengan.
Desde hace más de un año, Greenpeace y Grupo Bimbo iniciaron
el diálogo tras el cual la empresa se comprometió a transparentar las prácticas
agrícolas empleadas en la producción de su materia prima, pero hasta ahora no
lo ha cumplido, negando así el derecho a la información de millones de
consumidores.
Pese a que Bimbo asegura tener manuales de buenas prácticas
entre sus proveedores, no habla de medidas concretas para asegurar la eliminación
del uso de al menos 30 plaguicidas que han sido prohibidos en otros países pero
que siguen utilizándose en México.
Es una lástima que la panificadora, reconocida como una
empresa socialmente responsable, evada su participación en el tema y diga que
está comprometido con el medio ambiente por tener autos eléctricos e
instalaciones menos contaminantes, cuando su principal actividad está en la
producción de alimentos para la cual requiere insumos que son cultivados bajo
el actual modelo agroindustrial, que ha demostrado tener impactos negativos en
los recursos naturales y en la sociedad.
En honor a la responsabilidad social, Grupo Bimbo debería
actuar frente a la demanda clara de miles de personas: impulsar la agricultura
ecológica y el respeto a los derechos humanos, una tarea que ya no debe postergar.
Edith Martínez. Coordinadora de comunicación en
Greenpeace México
Edith Martínez. SinEmbargo.mx. México, 04/07/16